El padre del pintor sevillano Javier de Winthuyssen, cuando tenía que pintar la fachada de su casa, que en Andalucía es costumbre pintarla para la primavera, mandaba al pintor a casa del vecino de enfrente a preguntarle de qué color quería que la pintara.
Decía el viejecito encantador: «El es quien ha de verla y disfrutarla; es natural que yo la pinte a su gusto». (Juan Ramón Jiménez, en «El trabajo gustoso»)