Mi devoción a don Álvaro nació enseguida de su partida al cielo; empecé a invocar su intercesión y he tenido muchas gracias, desde las cotidianas hasta las más inéditas. Empecé a preocuparme por conocer la persona de don Álvaro, y llegué a la conclusión de que su secreto fue ser un hombre fiel, sembrador de paz, alegría y justicia. Y con un mensaje siempre dado a la luz del Evangelio, claro, muy sencillo y con una caridad impresionante.
Todos mis hijos saben de mi constante petición, y siempre me preguntan al subir al coche: «¿Ya llamaste a don Álvaro?».
Acudo a él en todo momento, desde su intercesión en la curación de un hijo hasta que sea mi copiloto en el coche, que me despeje la carretera en un cruce importante, que encuentre sitio para aparcar… ¡y me lo concede! Todos mis hijos saben de mi constante petición, y siempre me preguntan al subir al coche: «¿Ya llamaste a don Álvaro?».