La identidad cristiana se construye como una mentalidad que perdura a lo largo de toda la vida, trascendiendo la mera transmisión escueta de contenidos. Esta perspectiva se enriquece a través de la interdisciplinariedad, donde diferentes disciplinas se entrelazan para ofrecer una comprensión más profunda y matizada de la fe y sus implicaciones en el mundo actual.
En este contexto, valores como la humildad, el aprecio por el trabajo de los demás y el respeto por diversas metodologías son fundamentales. Fomentar una capacidad de trabajo en equipo y un espíritu de colaboración no solo fortalece la comunidad, sino que también amplía nuestra visión de conjunto, permitiendo una mejor integración de nuestras experiencias y conocimientos. Así, la identidad cristiana se manifiesta en un enfoque holístico que busca construir puentes y promover el entendimiento mutuo en todas las áreas de la vida.