Frases del libro Gitanjali:
- Este frágil vaso mío tú lo derramas una y otra vez, y lo vuelves a llenar con nueva vida.
- Tú has llevado por valles y colinas esta flautilla de caña, y has silbado en ella melodías eternamente nuevas.
- Mudo de asombro.
- La luz de tu música ilumina el mundo.
- Voy a guardar mi corazón de todo mal, y a tener siempre mi amor en flor.
- Será mi afán revelarte en mis acciones.
- Es el tiempo de sentarse quieto frente a ti, el tiempo de cantarte, en un ocio mudo y rebosante, la ofrenda de mi vida.
- Sé indulgente conmigo un momento, y déjame sentarme a tu lado, que luego terminaré lo que estoy haciendo.
- Señor, poeta mío. Aquí me tienes sentado a tus pies. Déjame sólo hacer recta mi vida y sencilla, como una flauta de caña, para que tú la llenes de música.
- Mi canción, sin el orgullo de su traje, se ha quitado sus galas para ti. Porque ellas estorbarían nuestra unión, y su campanilleo ahogaría nuestros suspiros.
- Que no nos estorbe el atavío…
- Necio, que intentas llevarte sobre tus propios hombros!
- Deja todas las cargas en las manos de aquel que puede con todo, y nunca mires atrás nostálgico.
- Mi corazón no sabe encontrar su senda, la senda de los solitarios, por donde tú vas entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
- Mis días se me han ido afinando las cuerdas de mi arpa; pero no he hallado el tono justo, y las palabras no venían bien. ¡Sólo la agonía del afán en mi corazón!
- Mis deseos son infinitos, lastimeros mis clamores; pero tú me salvas siempre con tu dura negativa. Y esta recta merced ha traspasado de parte a parte mi vida.
- Día tras día me haces digno de los dones grandes y sencillos que me diste sin yo pedírtelos, el cielo y la luz, mi cuerpo, mi vida y mi entendimiento; y me has salvado, día tras día, del escollo de los deseos violentos.
- ¡Hónrame tú ordenando mi presencia!
- Fui invitado a la fiesta de este mundo, y así mi vida fue bendita. Mis ojos han visto, y oyeron mis oídos. Mi parte en la fiesta fue tocar este instrumento; y he hecho lo que pude.
- Las nubes se amontonan sobre las nubes, y oscurece.
- Pero en esta oscuridad solitaria, no tengo más que tu esperanza.
- Si no hablas, llenaré mi corazón de tu silencio, y lo tendré conmigo. Y esperaré, quieto, como la noche en su desvelo estrellado, hundida pacientemente mi cabeza.
- Tu voz se derramará por todo el cielo, en arroyos de oro.
- Hoy, la mañana ha cerrado sus ojos, sin hacer caso de la insistente llamada del huracán del este, y un espeso manto ha caído sobre el azul siempre alerta del cielo.
- Los bosques han dejado de cantar.
- Único amigo mío, mi más amado amigo; mira abiertas las puertas de mi casa; no pases de largo como un sueño!
- Acaso no eres tú quien corre el velo de la noche sobre los ojos rendidos del día, para renovar su sentido con la refrescada alegría del despertar?
- ¡Enciende la lámpara del amor con tu vida!
- Este hermoso muro es mi orgullo, y lo enluzco con cal y arena, no vaya a quedar el más leve resquicio. Y con tanto y tanto cuidado, pierdo de vista mi verdadero ser.
- Rompe tú mi puerta, Rey mío, y entra en mí con la ceremonia de un rey. Cuando el deseo ciegue mi entendimiento, con polvo y engaño, ¡Vigilante santo, ven con tu trueno y tu resplandor.
- Fue un día en que yo no te esperaba. Y entraste, sin que yo te lo pidiera, en mi corazón, como un desconocido cualquiera, Rey mío; y pusiste tu sello de eternidad en los instantes fugaces de mi vida.
- La sombra va tras la luz.
- Mensajeros, que traen nuevas de cielos desconocidos, me saludan y siguen aprisa por la senda. Mi corazón late contento dentro de mí, y el aliento de la brisa que pasa me es dulce.
- Mientras, el aire se está llenando del aroma de la promesa.
- Que se aparezca él a mis ojos como la luz primera y la primera forma! ¡Que el primer estremecimiento de alegría le venga a mi alma amanecida de su mirar! ¡Que mi retorno a mí mismo sea volver de pronto a él!
- Tu voluntad está siempre recreándose en mi vida.