Cuentan que una noche, en el crudo invierno madrileño, una pareja de ancianos veía jugar a un grupo de niños bajo su ventana, cuando súbitamente bajo uno de ellos se rompió el hielo y quedó atrapado sin poder salir.
Cuentan que una noche, en el crudo invierno madrileño, una pareja de
ancianos veía jugar a un grupo de niños bajo su ventana, cuando
súbitamente bajo uno de ellos se rompió el hielo y quedó atrapado sin
poder salir. Inmediatamente el grupo se marchó a toda prisa a buscar a
un adulto, pero uno de ellos, el más pequeño, se quedó junto a su amigo
y ayudado de una piedra rompió el hielo, sacó a su amigo y lo llevó
arrastrando hasta llegar a su casa, que estaba al final de la calle.
El sorprendido anciano le dijo a su mujer:
– Parece imposible que un chico tan pequeño rompa un hielo tan grueso.
A lo que su anciana respondió:
– Porque no estabas tú para decirle que no podría hacerlo.