Todavía recuerdo las divertidas «Aventuras de Tom Sawyer», que son, por lo demás, tus propias aventuras de infancia, mi querido Twain.
He contado cientos de veces algunas de tus ocurrencias, por ejemplo, aquella sobre el valor de los libros.
Es un valor inestimable -le respondiste tú a una pequeña que te había preguntado-, pero en formas distintas.
Un libro encuadernado en piel es excelente para afilar la navaja de afeitar; un libro pequeño, conciso -como saben escribirlo los franceses- sirve estupendamente para sostener la pata más corta de una mesita; un libro grueso como un diccionario, es un magnífico proyectil para lazárselo a los gatos; y, finalmente, un atlas de hojas grandes tiene el papel adecuado para ajustar las ventanas.
Juan Pablo I Ilustrisimos Sres. p. 8.