Un turista inglés visitó un país del norte de África antes de la guerra civil que tuvo lugar en aquellas tierras. Volvió aterrado del trato y discriminación de la mujer en esa nación: el hombre caminaba delante y la mujer detrás a una respetuosa distancia. Después de la guerra volvió a visitar aquel país. Y, con gran alegría por su parte, vio que las cosas habían cambiado: ahora era la mujer la que iba delante y el hombre la seguía a cierta distancia.
Hablando con un miembro del gobierno, le manifestó sus impresiones y su satisfacción de que la guerra hubiera servido para dignificar a la mujer. «Ahora –le dijo- ellas caminan delante de los hombres». – «Si –respondió el gobernante-. Es una buena medida. De la guerra, aún quedan por todo el país muchas minas sin explotar».
continúa la anécdota con una interesante conclusión…
Donde la mujer ha alcanzado unas cuotas más altas de dignidad y de libertad es en los pueblos imbuidos de la cultura cristiana. Y eso es fruto de la fe cristiana. No se debe al derecho romano ni a la cultura griega. En Roma y en Grecia la condición de la mujer no era mucho mejor en el siglo I que en el África actual. El influjo de la fe cristiana en la promoción humana de la mujer es una realidad innegable. No en vano en el Cristianismo una mujer es figura clave: María.
Agustín