Puesto que «lo que hacemos nos hace», es fundamental tener bien presente que nuestros actos, para bien y para mal, siempre tienen consecuencias.
Si pretendes cosechar trigo, no siembres coles.
Si pretendes tener éxitos en algo, emplea toda tu pasión, dedicación, tiempo y esfuerzo en conseguirlo.
Si quieres ser feliz, centra tu atención en lo mejor de ti mismo y en lo positivo que te ofrece la vida, en lugar de no dejar de quejarte, rumiar tus desgracias y llorarlas por las esquinas.
La falta de coherencia, de lógica y de sentido común es la causa de la mayoría de los problemas y conflictos, males y desgracias que hacemos los humanos. Eso que llamamos en el lenguaje coloquial «falta de cabeza» o de prudencia y de sentido común, «pedir peras al olmo», «sembrar vientos»… Y luego es habitual que muchas personas se extrañen de que aparezcan las tempestades con sus desastres, cuando en realidad son ellas solitas las que se meten en todos los fregados y se causan a sí mismas y a los demás todos los problemas.
La carencia de la más elemental coherencia, prudencia y sabiduría esencial de estas personas «tóxicas» o personas «desastre» les conduce a no cesar de poner palos en las ruedas de su existencia. Cegados por su propia necedad e ineptitud, no caen en la cuenta de que si no cambian de táctica, de actitudes y de forma de proceder, nada cambiará en sus vidas. Ellos y solamente ellos son la causa directa de sus desgracias y, a veces, de las desgracias que acarrean a los demás.
El principio cero o de base en la vida de cualquier persona y que viene a ser algo así como el sentido común, previene de grandes males personales y también sociales. Por ejemplo, puede suceder que una persona que expone su vida saltándose un semáforo en rojo o haciendo un adelantamiento imprudente tenga suerte y, en esa ocasión en concreto, no pierda la vida; pero al final, si no se corrige, labrará su propia desgracia y probablemente la de los demás.
Otro ejemplo sería el de esa persona que no tiene la necesaria autodisciplina y responsabilidad y llega tarde al trabajo o descuida las tareas que tiene a su cargo y al final le acaban echando a la calle. «Nuestros actos siempre tienen consecuencias.»
A mayor responsabilidad de la persona o entidad que no aplica este principio, más grande son las consecuencias.