Enterarse bien de dónde estás y de qué debes hacer
Meter la pata es el malarte de aquellos insufribles que no tienen tacto suficiente, que andan atolondrados por el mundo; que no piensan en los demás. Que adolecen de la entereza necesaria para ubicarse: y a falta de ella, de la paciencia, la fortaleza, el tacto…
- Donde fueres haz lo que vieres: pregunta cómo irán otros vestidos; mira en qué tono de voz hablan otros, especialmente, si estás visitando otro país; si te miran directamente es por que hay algo que haces mal… entérate de qué es.
- Antes de insultar hay que mirar. No vaya a ser que ese niño tenga a toda la familia gitana detrás…
- Hay que pensar antes de hablar. En una clase, el primero que habla (después de una pregunta) es el más impulsivo, pero no es el más listo.
- El que se enfada, pierde. Enfadarse es una debilidad enorme. Hacerte enfadar es una estrategia universal utilizada en la guerra y en el juego. Hay que conocerla. En New Zealand el adversario te saca la lengua en desafío. Esa es la estrategia de negociación utilizada mayoritariamente en China: hacerte perder los nervios y, a propósito hacerte enfadar. Así están seguros de tener el control de la negociación: tú has perdido tu propio control.
- En África tienen los Igbos (Nigeria) un adagio: nunca se ponen todos los huevos en la misma cesta, que se puede utilizar para los bancos, pero también para el conocimiento del entorno y la adaptación al medio, de acuerdo con nuestras cualidades.
Continúa con una divertida anécdota de la vida misma…
Me adhiero a lo manifestado por el ministerio fiscal
– Hijo, me encuentro mal y el caso es muy sencillo. Sustitúyeme. Vístete de abogado (con la toga) llegas a la sala dos, te sientas en la parte derecha, la del defensor; cuando el juez pregunte si el abogado tiene algo que decir, te levantas y dices:
– Me adhiero a lo manifestado por el ministerio fiscal. Y te sientas. Así de fácil.
El joven abogado, ilusionado por un trabajo tan sencillo, se dirigió como un rayo a la sala dos a la mañana siguiente. Aunque llegaba unos minutos antes de lo previsto, se sorprendió de comprobar que la vista ya había comenzado. Así que tomó apresuradamente asiento junto a otro compañero también con toga, en la parte derecha del estrado. Pensó: «Papá no me había dicho que el acusado tenía dos abogados…» Estaba en estos pensamientos cuando el ministerio fiscal acabó de hablar y el juez preguntó a la defensa:
– ¿Tiene la defensa algo que decir?
El recién llegado, con gran seguridad, se levantó y miró al juez al tiempo que lentamente le decía:
– Me adhiero a lo manifestado por el ministerio fiscal.
Luego el juez, al ver levantada la mano del compañero abogado defensor le dio la vez y este salió a defender al acusado. Esta intervención duró media hora más…
Cuando finalmente se aclaró todo, se percató de que el juicio anterior se había alargado un poco y el joven abogado había intervenido en el juicio anterior. Por lo que cuando ya en su juicio, cuando le tocó el turno de intervenir (después del turno fiscal) el juez le dijo jocoso:
– Ahora diga: me adhiero a lo manifestado por el ministerio fiscal.