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Últimas palabras de Manolete, el mejor torero de todos los tiempos
Las asistencias levantan a «Manolete» y equivocan el camino a la enfermería, llevándolo en dirección al patio de caballos. El torero herido llega a la enfermería siete minutos después de la cornada. El parte del médico de la plaza, Fernando Garrido Arboledas, declara a «Manolete» víctima de una «herida de asta de toro situada en el Triángulo de Scarpa, de 20 centímetros de longitud de abajo a arriba y de dentro a fuera… con rotura de la vena safena y contorneando el paquete muscular nervioso de la arteria femoral». El torero declara que no siente la pierna mientras se fuma un cigarro. A las 23:00 horas es trasladado al hospital de Linares.
El médico de Las Ventas, Luis Giménez Guinea llega procedente de Madrid y autoriza la transfusión de un suero de plasma desecado con la intención de que el torero regenerara sangre.
A las 5:07 horas del 29 de agosto, «Manolete» pronuncia sus últimas palabras ante Giménez Guinea.
- «¡Qué disgusto le voy a dar a mi madre!»
Toros: Manolete
Hablar de «Manolete» es simplemente hablar del toreo.
Aficionados y los que no lo son, conocen perfectamente bien quién fue Manuel Rodríguez, uno de los toreros más importantes de la historia, que «murió matando; mató muriendo».
Un torero lleno de personalidad, que hablaba muy bien de toros, porque sabía de toros, aunque su voz pareciera cavernosa, a veces tímida, pero muy expresiva.
La víctima de la fiesta, concebía el toreo no como una profesión, sino como un ideal. No solía comparecer en la arena con la poco ambiciosa intención de cumplir, sino que se entregaba a su vocación torera con una honradez insobornable y con una actitud mística, presbiteral. Toreaba con tanta solemnidad y con tan cabal disposición al holocausto, que en sus trasteos, más que ejercer, oficiaba el toreo, y los brindis de sus faenas eran más bien litúrgicos ofertorios.
El «Monstruo de Córdoba»
Visitó México en 1945 y se presentó en «El Toreo», 1945. Literalmente hubo golpes por conseguir un boleto. Guadalajara, Puebla, Irapuato, León, Aguascalientes, fueron algunos escenarios en donde su figura mística se apreció en todo su esplendor en 1946. Hizo grandes faenas, obras de arte, poderío y torerismo con «Manzanito» de Pastejé, «Platino» de Coaxamalucan. Ambas premiadas con el rabo, faenas que fueron prototipo del buen toreo.
El propio torero confesaría que lo mejor que había realizado en su vida, fue con el toro «Espinoso» de la ganadería de Torrecill y la de «Ratón» de Pinto Barreiro en Madrid.
La fiesta es pasión y polémica. Las figuras tienen «istas», también detractores, sin embargo «Manolete» tenía admiradores.
Silverio Pérez, quien compartió el ruedo 16 tardes con «Manolete», define al español de la siguiente manera: «en el ruedo sabía ser torero; fuera de él sabía ser amigo».
Su toreo
Manolete se quedaba quieto. Era el torero que menos pasos daba entre los pases. Actitud que definía el valor del torero cordobés, aunado a ello su «apasionada entrega» le llevó a sufrir 33 percances, algunos graves, otros no tanto; pero ninguno mermó su ánimo, ni el respeto que por el triunfo y el público tenía. Dicen que la tarde de Linares una sombra acompañó en el paseíllo a «Manolete», la sombra que le atosigaba cada día más por las crueles exigencias del público. Esa sombra, afirman, lo llevó a entregarse en la suerte suprema con un toro que sabía le haría daño. Vino la cornada y con ella la inmortalidad de una figura que se convirtió en un esqueleto inmutable del toreo.
La tarde del 28 de agosto de 1947
Los alternantes de «Manolete» en la corrida del 28 de agosto de 1947, Rafael Vega de los Reyes «Gitanillo de Triana» y Luis Miguel Dominguín, habían cortado una oreja cada uno. «Manolete» es abroncado por el público cuando sale a enfrentarse a «Islero», quinto de la tarde, después de una actuación poco convincente en su primero. Después de una faena a la altura de su reputación, «Manolete» entra a matar muy despacio, con la muleta a la cintura, y el toro le mete el pitón derecho en el muslo. El torero se desangra.
Las asistencias levantan a «Manolete» y equivocan el camino a la enfermería, llevándolo en dirección al patio de caballos. El torero herido llega a la enfermería siete minutos después de la cornada. El parte del médico de la plaza, Fernando Garrido Arboledas, declara a «Manolete» víctima de una «herida de asta de toro situada en el Triángulo de Scarpa, de 20 centímetros de longitud de abajo a arriba y de dentro a fuera… con rotura de la vena safena y contorneando el paquete muscular nervioso de la arteria femoral».
El torero declara que no siente la pierna mientras se fuma un cigarro. A las 23:00 horas es trasladado al hospital de Linares.
El médico de Las Ventas, Luis Giménez Guinea llega procedente de Madrid y autoriza la transfusión de un suero de plasma desecado con la intención de que el torero regenerara sangre.
A las 5:07 horas del 29 de agosto, «Manolete» pronuncia sus últimas palabras ante Giménez Guinea.
- «¡Qué disgusto le voy a dar a mi madre!»
- «¡Don Luis, que no veo, no veo nada»
El ensangrentado traje de luces de «Manolete» es trasladado para su exhibición al Museo taurino de Madrid y la cabeza de «Islero» es colocada en el Museo taurino de Sevilla.