Vivió toda su vida en Irlanda hasta que murió en el año 670. Quería vivir como un ermitaño y, por ello, el obispo de Meaux le cedió una parte del terreno para llevar a cabo ese estilo de vida. Tenía muchas visitas y rezaba por todos ellos, les daba orientaciones, consolaba sus penas y curaba enfermedades. Construyó una casa de acogida y les daba de comer con lo que recogía en su huerta. Llegó a ser muy famoso en Francia, Renania y en los Países Bajos. Los enfermos acudían a su tumba para que se curasen de la enfermedad que se llamaba por aquellos años la enfermedad de San Fiacro. En 1637, la reina Ana de Austria fue a su tumba para pedirle un hijo varón. Al año siguiente dio a luz al futuro Luis XIV.