Y volvió hacia el zorro:
—Adiós —dijo.
—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
—Lo esencial es invisible a los ojos —repitió el principito, a fin de acordarse.
—El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
—El tiempo que perdí por mi rosa… —dijo el principito, a fin de acordarse.
—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…
—Soy responsable de mi rosa… —repitió el principito, a fin de acordarse.
(El principito, novela de Antoine de Saint-Exupéry)