El gran genio de la música tuvo que pasar por la peor de las pruebas para un músico. Su carrera quedó bruscamente interrumpida por la sordera, que empezó a afectarle desde 1796. En 1815 se quedó completamente sordo. La soledad fue la tónica de la vida de Beethoven en sus últimos años. La introspección y el enclaustramiento coincidieron con la época en la que creó sus obras más impresionantes y conocidas, consideradas universalmente como obras maestras.
Pruebe el amable lector a escuchar cualquier sinfonía de Beethoven contemplando a la persona amada y simplemente cogidos de las manos. Puede ser que, estéis donde estéis, este sordo sublime consiga que el Cielo baje a la tierra y todo lo percibáis inundado por la magia de su música, tonificante y gratificante.
Bernabé Tierno