“No frecuentes la compañía de una cantante, ni la escuches, no sea que te aten sus enredos.
No fijes tu mirada en una virgen, no sea que tropieces en la belleza.
No entregues tu vida a las prostitutas, no sea que pierdas tu hacienda.
No andes curioseando por las calles de la ciudad, ni vagabundees por sus lugares solitarios.
Aparta tus ojos de una mujer hermosa, y no mires la belleza que no es tuya.
Muchos se perdieron por la belleza de una mujer; de ella brota un amor que quema como fuego. No te sientes jamás junto a una mujer casada, ni te recuestes junto a ella para beber vino, no sea que tu corazón se incline a ella, y tu pasión te arrastre a la ruina”.
(Eclesiástico)