Algo menos cruel que en Rumania, pero también implacable y solapada fue la depuración que se llevó a cabo en Eslovaquia. Se calcula, por las fuentes más conservadoras, que la tal depuración causó en Eslovaquia unos 25.000 muertos, sin contar los soldados alemanes que cayeron en manos de los «patriotas» de la Resistencia, casi todos ellos comunistas. Hubo más de cien mil detenciones en campos de concentración. La persecución anticristiana no se produjo de inmediato, pero la prensa creó un ambiente hostil a la Iglesia Católica, porque el Presidente del Estado Libre Eslovaco, era un ministro de la Religión Católica, Monseñor Iosef Tisso. El proceso contra Tisso duró casi dos años, y los asistentes a su »juicio» dicen que, en los últimos días, parecía un autómata y casi no podía ni hablar. Fué, naturalmente, condenado a muerte por traición, y ahorcado el 18 de Abril de 1947.

Pero cuando, en 1948, tras el ostracismo de Benes y la defenestración de Massaryk, Eslovaquia, integrada por fuerza en el Estado Checoeslovaco, experimentó de verdad lo que es el Comunismo y se lleva a cabo, con rudeza implacable, el sistema de la «Ingeniería Social». No hay cifras con garantías de verosimilitud. No se sabe nada. Pero consta que las deportaciones han sido masivas. También es en 1948 cuando se desencadena en toda su virulencia la persecución religiosa. Eslovaquia era, antes de la invasión soviética, un país católico en un 80 %. Pues bien: más de 800 sacerdotes fueron internados en cárceles o campos de concentración; 2.500 religiosos y religiosas fueron mandados a campos de trabajo del Ejército. Todos los conventos fueron cerrados y todas las escuelas confesionales pasaron a ser propiedad del Estado (658). Las instituciones de la minoría religiosa protestante fueron puestas fuera de la Ley.

En epígrafes precedentes ya nos hemos ocupado de los desmanes de los liberadores contra los croatas y contra las minorías alemanas en el Bánato, Croacia y Serbia. Recogiendo testimonios fragmentarios, se llega a la conclusión de que el método de la » Ingeniería Social » contra elementos civiles yugoeslavos no complicados de ningún modo con los alemanes, funcionó con siniestra eficiencia. Sólo en Eslovaquia, región mayoritariamente católica, el régimen de Tito encarceló, desde 1945 hasta 1953, a mas de 40.000 católicos, acusados, precisamente, de ser católicos, lo que está considerado un crimen contra la Revolución. También hubo, naturalmente, el correspondiente cupo de ejecuciones sumarias, como la del Obispo de Ljublana, Monseñor Vovk, a quien los comunistas rociaron de gasolina y prendieron fuego (659). En Croacia, se llegaron a dictar condenas, desde seis meses de cárcel hasta la muerte, contra 750.000 católicos; 560 sacerdotes fueron asesinados y otros 470 enviados a trabajos forzados; 400 más fueron desterrados de sus parroquias. Todos los edificios e instituciones pertenecientes a la Iglesia fueron incautados. El Arzobispo de Zagreb, Monseñor Stepinac, fue condenado a dieciséis meses de prisión y el Obispo de Mostar, Monseñor Peter Chule, a once años de trabajos forzados.

Debemos abreviar. Pero no queremos cerrar el «dossier» yugoeslavo sin mencionar que 16.000 chetniks serbios, que lucharon con los alemanes contra el comunismo en Rusia y, en los Balcanes, contra las bandas de Tito, fueron entregados, faltando a la palabra empeñada, por los ingleses al gobierno comunista de Belgrado. Los ingleses cometieron con los chetniks la misma felonía que con los ustachis croatas: instarles a la rendición prometiéndoles que serán tratados como soldados y no serán entregados a los comunistas, y luego hacer lo contrario de lo solemnemente prometido. Los chetniks fueron exterminados a mansalva. Lo mismo sucedió con unos 10.000 anticomunistas eslovenos, al mando del General Andrei PreseIj.


658 / Traian Romanescu: » La Gran Conspiración Judía «, pág. 234.

Los crímenes de los «buenos» de Joaquín Bochaca.