Asume la responsabilidad de tus emociones, especialmente las negativas, como la ira, de la que solo tú eres el responsable. Tanto la ira explosiva y momentánea como la ira recalcitrante y mantenida tienen gravísimas consecuencias:
La primera, el tremendo daño a tu salud, física, psíquica, emocional y social. Sí, también daño social, porque el iracundo, como el rencoroso, pone en grave peligro las relaciones con sus seres queridos, con los amigos y con todos. Elegir la ira es decantarse por la propia desgracia. El «TEI» (trastorno explosivo intermitente), enfermedad mental que se caracteriza por ataques explosivos y violentos que no se pueden controlar y que son desproporcionados con respecto a los hechos, tiene como causa el pensar que son los demás los responsables de su reacción agresiva y descontrolada. Pero nadie, salvo cada persona, es responsable de sus propias reacciones, de su descontrol y de su ira.
La segunda y gravísima consecuencia de la ira crónica es que contamina e invade por completo toda la personalidad del iracundo y le convierte en el peor enemigo de sí mismo… y de los demás.
Bernabé Tierno