Cuando nos quieren ayudar y no nos damos cuenta…
Ocurrió los tiempos de Gengis Khan, un gran líder mongol. Eran momentos difíciles, ya que su mujer había perdido a un hijo en el parto.
Este héroe acostumbraba a salir de caza, acompañado de su halcón, veloz y certero. La caza era la actividad exterior que más practicaban los guerreros, entre guerra y guerra. Conocía caminos secretos en el bosque y eligio una senda buscando tranquilidad. Después de dos horas necesitó agua para beber y así saciar su sed. Encontró un riachuelo, que manaba de unas rocas. Tenía un cuenco pequeño de oro para beber. De improviso, el halcón levantó el vuelo, cayó en picado; empujó la vasija suavemente con el pico al pasar, tirándosela al suelo, con sorpresa y enfado del guerrero. Continúa…
Como esto ocurriera varias veces, hasta que el halcón se llevó el vaso, y tampoco estaba para bromas, el Gran Mongol airado tomó una flecha y atravesó el pecho del halcón juguetón y malasombra. Éste cayó a plomo en la cima del collado. El dictador acudió en busca del ave que todavía sujetaba la vasija con sus garras. Al aproximarse al cadáver del halcón, descubrió que un poco más arriba una res muerta y en avanzado estado de descomposición: ésta envenenaba las aguas que nunca bebió, gracias a su halcón fiel y generoso.