Durante su mandato McKinley se propuso alcanzar la supremacía en los mercados mundiales; para ello durante su mandato se buscaron nuevos mercados, y dentro de esta política se incluyó la anexión de Hawái y diversos intereses en China. Durante su época como congresista Mckinley defendió la anexión de Hawái con la finalidad de «americanizarla» y establecer una base naval.
Durante este periodo se produjeron varios conflictos, principalmente con España. Los Estados Unidos tenían interés en Cuba, Filipinas, Hawái y China. McKinley no pretendía anexionar Cuba sino mantener un control comercial sobre ella. En Filipinas pretendía instalar una base para negociar con China y posicionarse dentro de la política asiática.
McKinley llegó a decir:
Yo caminaba por la Casa Blanca, noche tras noche, hasta medianoche; y no siento vergüenza al reconocer que más de una noche he caído de rodillas y he suplicado luz y guía al Dios Todopoderoso. Y una noche, tarde, recibí Su orientación, no sé cómo, pero la recibí: primero, que no debemos devolver las Filipinas a España, lo que sería cobarde y deshonroso; segundo, que no debemos entregarlas a Francia ni a Alemania, nuestros rivales comerciales en el oriente, lo que sería indigno y mal negocio; tercero, que no debemos dejárselas a los filipinos, que no están preparados para autogobernarse y pronto sufrirían peor desorden y anarquía que en tiempos de España; y cuarto, que no tenemos más alternativa que recoger a todos los filipinos y educarlos y elevarlos y civilizarlos y cristianizarlos, y por la gracia de Dios hacer todo lo que podamos por ellos, como prójimos por quienes Cristo también murió. Y entonces, volví a la cama y dormí profundamente, y a la mañana siguiente mandé llamar al ingeniero jefe del Departamento de Guerra (nuestro creador de mapas) y le dije que pusiera a las Filipinas en el mapa de los Estados Unidos, ¡y allí están, y allí quedarán mientras yo sea presidente!
En el Libro de los sucesos, de Isaac Asimov, se recoge la anécdota de que, cuando le fue anunciada la toma de Manila, la capital filipina, el presidente McKinley tuvo que buscar las Filipinas en un globo terráqueo, pues no sabía dónde se hallaban.