S. Francisco de Asís es popularmente conocido por la pobreza que vivió y predicó, la «Señora Pobreza», como gustaba muchas veces de llamarla; una pobreza que a veces podría parecer exagerada o extremista, y que quizá en algún sentido lo fue, porque entendió que Dios le pedía que dejara grabada con su vida una lección gráfica de que hay otros bienes muy por encima de los materiales.
Según nos narran sus biógrafos, por ejemplo, tenía por costumbre ir prácticamente cubierto de andrajos; y en varias ocasiones quiso cambiar el sayal que le cubría por el de otro fraile que encontraba y que le parecía más miserable. Pero curiosamente, uno de los rasgos más destacados en los escritos de San Francisco de Asís, y que podría aparentemente contrastar con esa pobreza tan radical que vivió y predicó, es su pasión por el culto eucarístico.
Sirvan como ejemplo unas pocas citas textuales. (CONTINÚA)
Uno de sus biógrafos relata que S. Francisco «quiso a veces enviar por el mundo hermanos que llevasen copones preciosos, con el fin de que allí donde vieran que estaba indecencia lo que es el precio de la Redención, lo reservaran en el lugar más escogido».
«Os ruego más encarecidamente que por mí mismo —escribía a los superiores de su orden— que, cuando sea oportuno y os parezca que conviene, supliquéis humildemente a los clérigos que veneren por encima de todo el santísimo Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y los santos nombres y palabras escritas del Señor que consagran el Cuerpo; y que sean preciosos los cálices, corporales, ornamentos del altar y todo lo que sirve para el sacrificio». Juan Luis Lorda, «Palabra»