Mientras estaba acostado en la cama, escuché a mi perro arañar la puerta de mi habitación. Me levanté para dejarla entrar, pero cuando abrí la puerta, no había ningún perro. Solo un par de malditas manos humanas extendiéndose hacia mí.
Mientras estaba acostado en la cama, escuché a mi perro arañar la puerta de mi habitación. Me levanté para dejarla entrar, pero cuando abrí la puerta, no había ningún perro. Solo un par de malditas manos humanas extendiéndose hacia mí.