Mis queridos amigos, familiares y seres queridos,
Hoy me encuentro escribiendo esta carta con un nudo en la garganta y el corazón lleno de gratitud y amor hacia cada uno de vosotros. Habéis sido testigos de mi lucha durante esta larga enfermedad, y quiero que sepáis lo significativos que habéis sido en mi vida.
A lo largo de este difícil camino, vuestras muestras de cariño, apoyo incondicional y presencia constante han sido mi mayor fortaleza. Vuestras palabras de ánimo me han dado fuerzas para seguir adelante incluso en los momentos más difíciles, y vuestros abrazos han sido un bálsamo que alivió el dolor.
Hemos compartido risas, lágrimas y momentos inolvidables que atesoraré por siempre en mi corazón. Habéis sido mi luz en los días más oscuros y mi compañía en las noches más solitarias.
A medida que enfrento esta nueva etapa, quiero que sepáis que pongo mis manos en Dios y en su infinita sabiduría. Mi fe me da la paz para aceptar lo que venga y confiar en que siempre estaré rodeado del amor que cada uno de vosotros ha dejado en mi vida.
Quiero que recordéis que, aunque me despido físicamente, siempre estaré presente en vuestros corazones y en cada recuerdo compartido. Os pido que continuéis apoyándoos mutuamente y encontrando fuerzas en la unidad que hemos construido juntos.
Agradezco profundamente todo lo que habéis hecho por mí y espero que, incluso en mi ausencia, sigáis viviendo la vida con pasión, amor y gratitud. Cada uno de vosotros es un regalo precioso, y sé que seguiréis iluminando el mundo con vuestra presencia.
Os amo a todos con todo mi ser, y espero que nuestras almas sigan encontrándose en la eternidad.
Con amor y gratitud siempre.