Un día llevé a mi sobrino Alberto a una cocina de una estación de autobuses. Le presenté a las cocineras, que al verle con doce años inmediatamente se interesaron por sus estudios. Al darse cuenta de que era un área manifiestamente mejorable, la cocinera jefa le dio una vuelta por la cocina (cocineras, limpiadoras, pinche, mozo de almacén, camareros…) y le dijo: si no estudias sólo podrás elegir entre esto (refiriéndose a lo que se veía en aquella gran cocina). Eso impresionó enormemente al chico.
Un verdadero profesional no se enfrenta con el cliente, ni le replica en un desaire. Es imprescindible llegar al autocontrol, incluso si hay mucha presión de trabajo. Pero sería mejor estudiar para poder aspirar a más.
Continúa…
Al chico le entrevistaron para ocupar un puesto en una tienda y le preguntaron:
- ¿Cómo tratarías a un cliente airado?
- El muchacho, se quedó pensativo unos segundos, y luego respondió:
- De la misma manera que a todos los demás clientes. Le contrataron en el acto.
Más tarde, cuando su madre le preguntó cómo le había ido en la entrevista, «Creo que bien ‑dijo el chico‑ porque conseguí el empleo. Por cierto, mamá, ¿qué quiere decir «airado»?
Otro chiste ilustrativo:
Un niño le dice a su padre:
- Papá, ¿me compras una enciclopedia?
- No, hijo, tú vas andando como los demás.