Cómo nos trata el corazón: se encapricha, se desapega, nos miente, nos tiraniza…
Y tomamos decisiones tristemente vehementes que son como un cohete de fuego de artificio: un «colorín» refulgente y, luego, un palo quemado…
Sigue la historia de una persona que puso su objetivo en un corazón…
La historia del corazón de PERCY BYSSHE SHELLEY
El cadáver del poeta inglés Percy Bysshe Shelley, quemado, según sus deseos atrevidos y románticos, tal y como hacían los antiguos griegos con sus muertos a orillas del mar, quedó carbonizado, aunque el corazón permaneció intacto por expreso deseo de su mujer. Su amigo Edward Trelawny, que asistió también a la cremación, se atrevió a meter la mano cuando el finado estaba casi consumido por las llamas, rescatando el órgano y ofreciéndoselo a su viuda Mary Wollstonecraft Shelley, autora de la famosísima novela Frankenstein, que se enamoró de Percy cuando éste estaba casado con otra señora, convirtiéndose en su querida hasta que la pobre esposa, conocedora de los amores de su marido, se decidió por poner fin a su propia vida. Percy se casó entonces con Mary. A su muerte -se ahogó en medio de una tormenta cuando intentaba navegar entre las ciudades italianas de Livorno y La Spezia, el 8 de julio de 1822, cayendo al mar y apareciendo con el cuerpo inflado en una playa diez días más tarde-, Mary exigió que abrieran el cadáver para sacarle el corazón. Y allí estaba Edward para satisfacerla. Solía viajar a todos lados con su macabra reliquia. A su muerte, treinta años más tarde, se encontró la reseca víscera en un cajón junto con las hojas manuscritas de una obra de Percy.