LAS REGLAS DE LA CONTINENCIA VERBAL
Se ha dado muchas reglas gramaticales para aprender a hablar, pero ninguna que yo sepa para saber
callar.
La palabra es sólo la mitad de quien la dice y la mitad del que la escucha, por eso hemos de preferir que se critique nuestro silencio antes que nuestras palabras.
La palabra es como la piedra, una vez que se lanza, no sabemos el daño que va a hacer.
(A veces alguien dice de otro que ha hecho un comentario: » menuda pedrada»).
No hay palabra mejor dicha que la que está por decir; entonces hemos de saber callar y también hablar a su debido tiempo con palabra precisa, correcta y necesaria; pues el tesoro del lenguaje limpio es herencia que todo padre debe dejar a sus hijos.
Igual que una cicatriz afea un rostro hermoso, la palabra grosera rebaja al hombre más inteligente.
Y peor todavía si al hablar caemos en la murmuración; entonces sí que podríamos decir aquello de Sócrates:
“Conócete a ti mismo «.
Y no olvidemos tampoco lo que decía Pascal.
«SI LOS HOMBRES SUPIERAN LO QUE UNOS DICEN DE OTROS, NO HABRÍA EN EL MUNDO
CUATRO AMIGOS SIQUIERA».
Es una acertada conducta la de hablar poco, midiendo nuestras palabras, teniendo muy en cuenta el sabio consejo de Séneca: «Jamás me pesó haber callado, pero sí haber hablado». Por eso que no se pueda decir de nosotros que nuestra lengua sea o pueda ser la universidad de maldades.