La generosidad en las limosnas es un billete de ida y vuelta, pues siempre acaba beneficiando a quien se desprende.
El dar es un regalo de Dios, como decía la Madre Teresa de Calcuta, Dad hasta que os duela: Al servir a los pobres, no les deis tan solo la mano, sino también el corazón. La caridad debe costarnos algo para ser fructífera.
Dad hasta que os duela. Para amar, es necesario dar. El dar es necesario para liberarse del egoísmo.
La anécdota de hoy es diferente, menos de «comentario de pasada» y más de tema de fondo. Buen provecho.
Dar de lo que cuesta
Poca gente sabe que Gaudí tuvo que salir a la calle a pedir dinero para poder
proseguir las obras del templo de la Sagrada Familia. En
una de esas visitas, exitosa, ocurrió lo siguiente:
—Muchas gracias, dijo Gaudí.
—No, no me dé las gracias. En realidad no me supone sacrificio.
—Entonces, añadió el arquitecto con gracia, no sirve. Mejor dicho, no le sirve
a usted. Vea de aumentarlo hasta sacrificarse… ¡Le será más agradable a Dios!
Porque la caridad que no tiene el sacrificio como base no es verdadera y tal
vez no sea más que vanidad.
El caballero se quedó boquiabierto. Reflexionó. Buen cristiano, comprendió y
entregó un donativo mucho mayor.
—Ahora soy yo quien le da a usted las gracias, señor Gaudí.
Tomado de Álvarez Izquierdo, “Gaudí”, p. 181.