El sol brilla en lo alto mientras emprendo un viaje a Albania, una joya escondida en los Balcanes. Mis expectativas están altas, ansío descubrir la riqueza cultural y natural que este país tiene para ofrecer.
Mi primera parada es la vibrante capital, Tirana. Sus coloridos edificios, plazas animadas y una mezcla única de influencias otomanas y comunistas me sorprenden gratamente. Me sumerjo en su energía contagiosa mientras paseo por sus calles y disfruto de la deliciosa gastronomía local.
Continúo mi viaje hacia las playas impresionantes de la Riviera Albanesa. Con sus aguas cristalinas y playas de arena, es el lugar perfecto para relajarse y disfrutar del sol. Exploro ciudades costeras encantadoras como Saranda y Vlorë, donde la historia se entrelaza con la belleza natural.
Adentrándome en el interior del país, me maravillo con los paisajes montañosos del Parque Nacional de los Alpes Albaneses. Senderos serpenteantes me llevan a cascadas impresionantes y a pintorescos pueblos tradicionales. Me sumerjo en la calidez de la hospitalidad albanesa mientras comparto momentos con los lugareños y degusto platos auténticos.
Mi viaje culmina en Berat, una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sus calles empedradas y sus casas de colores contrastan con el majestuoso castillo que se alza sobre la colina. Me pierdo en sus callejones llenos de historia y admiro los frescos centenarios de sus iglesias.
Albania me ha cautivado con su diversidad y autenticidad. Cada paso que he dado me ha llevado a descubrir tesoros ocultos y a conectar con una cultura rica y hospitalaria. Mi viaje ha sido una experiencia enriquecedora, dejándome con recuerdos imborrables y una profunda admiración por este hermoso país en los Balcanes.