¿Quién fue este personaje? ¿Qué fue la desamortización de Mendizábal?

Texto del libro Historia de España contada con sencillez (José María Pemán).

Mendizábal y el «inmenso latrocinio»

Porque, mientras tanto, la revolución avanza implacablemente en la Corte. Prosiguen los asesinatos de frailes y las quemas de iglesias. Hasta que, al fin, la revolución encuentra su hombre, como la reacción había encontrado al suyo.

El hombre de la reacción carlista era un héroe que, al morir, no dejó ni dinero para su entierro: Zumalacárregui. El hombre de la revolución liberal era un judío que se había labrado una gran fortuna personal: Mendizábal. Este ministro de la reina Cristina, más ladino que todos los anteriores, en vez de dejar asesinar frailes y quemar conventos, ideó un procedimiento más sutil para el triunfo de la revolución.

Declaró, por una ley, propiedad del Estado los bienes y riquezas todas de las iglesias y Órdenes religiosas, sacándolos en seguida a subasta y vendiéndolos a poco precio a los particulares. Esto es lo que se llama la «Desamortización».

Esta ley llamada por Menéndez y Pelayo, el más sabio escritor de nuestro tiempo, «inmenso latrocinio», no fue ni por asomo popular. El pueblo veía pasar las tierras y riquezas de los conventos, de manos de los frailes, que al fin y al cabo daban grandes limosnas a los pobres, a manos, no de estos, sino de los caciques y los ricos del pueblo que las compraban por poco precio.

Pero así Mendizábal conseguía su objeto; no solo quedaba la Iglesia empobrecida y humillada, sino que nacía de la «desamortización», una nueva clase social de propietarios y burgueses que se hacían «liberales» para poder conservar sin escrúpulos, los bienes robados por el Estado a los frailes y comprados por ellos a bajo precio.

Desde entonces esta burguesía media e interesada es el nervio del liberalismo español. Esta fue la gran habilidad de Mendizábal, vio que la revolución, que en España era cosa postiza y extranjera, carecía de una fuerte base de ideal, y se decidió a darle, en cambio, una fuerte base de intereses…

Los carlistas se congregaban como águilas por los picos de Navarra, en alas del más desinteresado ideal. Los liberales se reclutaban en Madrid, en torno del poder, como gorriones atraídos por las migas de pan de la «desamortización».

Con la desamortización, además, sufrió otro golpe rudísimo el tesoro artístico de España. Ella completó la obra de saqueo y desastre de la invasión francesa. Ricos tesoros y joyas de las iglesias se dispersaron y perdieron. Magníficos edificios, iglesias y conventos se convirtieron en ruinas, desatendidos por el Estado y faltos de todo cuidado de conservación. Viejas piedras históricas, ayer cuidadas con mimo filial por cartujos y franciscanos, se deshacían ahora tras las espaldas indiferentes y aburridas de un conserje con muchos galones y poco sueldo.