Alejandro, en su momento, también sitió la ciudad, una fortaleza
temible. Impaciente por el lento progreso de sus hombres, tomó una de
las escaleras de asalto y trepó él mismo a las almenas, seguido por uno
de sus veteranos que embrazaba el supuesto escudo sagrado de Aquiles,
cogido por el rey en el templo de Troya. El caso es que la escalera se
rompió, dejando al heroico pero irresponsable Alejandro aislado en lo
alto de la muralla y casi solo en el ataque. Repartió tajos a diestro y
siniestro, pero un arquero le clavó una flecha de un metro en el pecho.
Imagínese la escena. Se salvó porque finalmente sus tropas pudieron
reunirse con él, pero la herida fue muy grave, posiblemente le perforó
un pulmón y dejó a Alejandro casi lisiado. En fin, ése era él, energía,
impulso, coraje inconsciente… Si puedes ser así, ¡qué ejemplo para tus
soldados! Eso explica la devoción que despertaba, única. Sus hombres lo
veneraban y lo seguían a todas partes. Es cierto que no es el hombre al
que confiarías tus ahorros: ¡demasiado arriesgado!, aunque podría
hacerte rico…
Entrevista de Jacinto Antón a Robin Lane Fox