El Palacio de papel
Había un rey que deseaba edificar un gran palacio y encargó su construcción a su hijo más querido, que era un «vivo» (caradura).
Le pidió que se reuniera con los arquitectos, que hiciera los planos del palacio de sus sueños que hiciera cálculos y luego le entregó la suma de dinero necesaria.
El hijo pensó:
– Construiré el palacio con materiales malos (muy muy malos, de cartón-piedra, como de falla) y el dinero que ahorre me lo gastaré en fiestas… En realidad no importa si el palacio se cae en poco tiempo: echo la culpa al arquitecto y en paz…
Cuando lo hubo acabado se presentó a su padre y le dijo:
– Padre, el palacio que me mandaste construir ya está hecho y todos los dineros gastados. Puedes disponer de él cuando gustes. Y le dio las llaves. Le llevó a verlo de lejos y parecía bonito de verdad, pero no se acercaron, por que todavía no estaban construidos los accesos…
El padre, feliz por contar con tan buen hijo y tan diligente, le devolvió las llaves y le dijo:
– Hijo mío, el más leal y querido de mis hijos: te entrego este palacio que es el que has construido con el sudor de tu frente, en todos estos años. Es mi herencia para ti.
Moraleja: El porvenir es fruto de nuestro esfuerzo personal. Lo que tenemos es lo que nos ganamos, muy lejos de la cultura del «pelotazo».
Y ahora proponemos una genial reflexión sobre el esfuerzo personal y la lucha interior en consonancia con esta anécdota…
Nadie…
Nadie alcanza la meta con un solo intento, ni perfecciona la vida con una sola rectificación ni alcanza la altura con un solo vuelo.
Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces…
Nadie recoge cosechas sin probar muchos sabores, enterrar muchas semillas y abonar mucha tierra.
Nadie mira la vida sin acobardarse en muchas ocasiones, ni se mete en un barco sin temerle a la tormenta, ni llega a puerto sin remar muchas veces.
Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas, ni recoge rosas sin sentir espinas.
Nadie hace obras sin martillar sobre un edificio, ni cultiva la amistad sinr enunciar a sí mismo/a …
Nadie llega a la otra orilla sin haber ido haciendo puentes para pasar.
Nadie puede juzgar sin conocer primero su propia debilidad.
Nadie consigue su ideal sin haber pensado muchas veces que perseguía un imposible.
Nadie conoce la oportunidad hasta que ésta pasa por su lado y la deja ir.
Nadie deja de arder con fuego dentro de nadie.
Nadie deja de llegar cuando en verdad se lo propone…