En el silencio de la noche estrellada,
tu recuerdo brilla como un faro en alta mar.
Madre querida, tu amor nunca se ha apagado,
aún en la distancia, en cada paso, estás.
Tus manos suaves, tus palabras como canción,
guiaron mis pasos desde mi nacimiento.
En cada risa, en cada lágrima, en cada emoción,
siempre estuviste ahí, mi eterno aliento.
Hoy te llevo en mi corazón, madre mía,
como un jardín de flores en primavera.
Tus abrazos, tus besos, tu luz todavía
iluminan mi camino con amor y espera.
Aunque ya no estés físicamente a mi lado,
tu espíritu perdura en mi ser,
como el sol que alumbra en el cielo estrellado,
eterna presencia, amor sin amanecer.
Descansas ahora en la paz del infinito,
donde el dolor se disuelve en serenidad.
Madre, siempre serás mi guía y mi mito,
tu amor vive en mí, en cada eternidad.
En cada paso que doy, en cada suspiro,
te siento cerca, como un susurro del alma.
Madre querida, en este poema te admiro,
y en mis recuerdos, tu amor nunca se desarma.
Descansa en paz, mi madre querida,
hasta que nos volvamos a encontrar.
Tu amor, tu luz, tu esencia bendecida,
siempre vivirá en mi, sin cesar.