Con su sencillez acostumbrada, el cardenal Albino Luciani -entonces Patriarca de Venecia, más tarde papa Juan Pablo I- explicaba cómo hemos de recibir la Escritura:
La palabra de Dios no es más que una carta. Mi madre, cuando el cartero le traía una carta de mi padre, que trabajaba en Alemania, la abría con ansia, la leía y releía; luego, corría a contestarla y enseguida la echaba al buzón. Esto es la palabra de Dios, la carta de una persona que se ama, que se espera; la leemos para hacerla nuestra y contestamos enseguida.