El Mariscal Hindenberg, que llegó a ser presidente de la República Alemana en 1925, se preciaba de ser capaz de conocer a sus subordinados al primer golpe de vista.
Comentaba al general Ludendort que le bastaba un botón de menos en la guerrera o una mancha para juzgar a un oficial.
– Pero estos detalles -replicó Ludendort- son muy poca cosa para establecer un juicio exacto
– Nada de eso -respondió el mariscal-.
En las cosas importantes, todo el mundo recurre al disimulo; en cambio, en las pequeñas la gente se muestra tal cual es.
De Don Ángel Cabrero