La amígdala, una pequeña pero poderosa estructura ubicada en el sistema límbico del cerebro, es conocida como el centro neural del miedo. Esta región despierta un interés particular en la neurociencia debido a su papel fundamental en la regulación de las emociones, especialmente en la respuesta ante situaciones amenazantes.

Desde tiempos antiguos, cuando nuestros antepasados enfrentaban peligros en entornos hostiles, la amígdala ha sido crucial para la supervivencia. Actúa como un sistema de alarma, procesando rápidamente estímulos sensoriales y desencadenando respuestas automáticas de lucha, huida o congelamiento. Esta capacidad de evaluar y reaccionar ante el peligro en milisegundos es vital para la adaptación y la supervivencia.

Sin embargo, la amígdala no solo se limita al miedo. También está involucrada en la regulación de otras emociones intensas como la ansiedad y la agresión, así como en la formación de recuerdos emocionales. Su interacción con otras áreas del cerebro, como la corteza prefrontal, influye en cómo interpretamos y respondemos emocionalmente a nuestro entorno.

Los avances en neurociencia han revelado que la amígdala no opera de manera independiente, sino que está integrada en redes neuronales complejas que incluyen otras estructuras cerebrales y sistemas de neurotransmisores. Esta comprensión más profunda de su funcionamiento ha abierto nuevas puertas para investigar y potencialmente tratar trastornos emocionales como la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático, donde la amígdala puede estar hiperactiva o desregulada.