Querida,
Hoy me encuentro aquí, con el corazón lleno de amor y añoranza, recordando cada momento que compartimos juntos. Ha pasado tiempo desde que te fuiste de este mundo, pero tu presencia sigue siendo tan fuerte como siempre en mi vida.
No hay un solo día en el que no piense en ti, en tus risas contagiosas, en tus abrazos reconfortantes y en tu amor incondicional. Extraño cada gesto, cada conversación y cada instante de complicidad que tuvimos. Tu partida dejó un vacío en mi corazón, pero también dejó una huella imborrable de amor y felicidad.
Me siento agradecido por los años que compartimos juntos, por el amor que nos dimos y por los momentos que vivimos. Fuiste mi compañera, mi apoyo y mi mejor amiga. Juntos enfrentamos los desafíos de la vida y celebramos las alegrías más grandes. Tu presencia iluminaba mi mundo y me daba fuerzas para seguir adelante.
La vida ha cambiado desde que te fuiste, y aunque el dolor de tu ausencia todavía me acompaña, encuentro consuelo en los recuerdos que atesoro en mi corazón. Tu amor y tu espíritu siguen guiándome en cada paso que doy, recordándome que nuestros lazos trascienden el tiempo y el espacio.
Quiero que sepas que tu legado vive en nuestros hijos y en cada persona que tuviste la oportunidad de tocar con tu bondad y calidez. A través de ellos, tu amor y tu esencia perduran en este mundo.
Aunque desearía poder tenerte a mi lado físicamente, encuentro consuelo en la certeza de que un día nos reuniremos de nuevo en algún lugar más allá de esta vida terrenal. Hasta entonces, prometo honrar tu memoria viviendo una vida llena de amor, alegría y gratitud, tal como tú lo habrías deseado.
Gracias por todo lo que fuiste y sigues siendo para mí. Siempre te llevaré en mi corazón, recordando nuestro amor y nuestras vivencias. Eres y siempre serás mi eterna compañera, mi amada esposa.
Con todo mi amor y cariño.