San Agustín narra en el Libro VIII de Confesiones hechos y reflexiones que le conducen a su “conversión”, entendida aquí como decisión por un exclusivo servicio a Dios. Le mueve la Causa Primordial, Dios, que le inspira visitar a Simpliciano en busca de asesoramiento, y a meditar sobre la providencial llegada de Ponticiano.
Todo esto produce en Aurelio Agustín una profunda crisis emocional que termina en el jardín de su casa donde se refugia para sosegarse, acompañado siempre por Alipio. Allí escuchó una voz infantil que cantaba: “Déjalo ya, lee” y viene a leer Rom. 13,13. Todo esto él lo interpreta como un mandato celestial para abandonar sus dudas y sombras y experimenta una iluminación tal en su espíritu que asume la firme decisión de revestirse en Cristo. Alipio se aplica el versículo Rom. 4,1, y tiene también su especial conversión.
En el año 385, en Milán, Aurelio Agustín tuvo que resolver un problema causado por su madre en relación a la fiesta de la Leticia. En el año 393 tras un profundo estudio suyo exegético sobre Rom 13,13, el novel sacerdote Agustín, decide abolir esa fiesta en Hipona. Ante la terca oposición de sus fieles, estuvo al borde de huir y abandonar la Diócesis. ¿Existe alguna conexión entre estos hechos?