Texto del libro Historia de España contada con sencillez (José María Pemán).
La jura de Santa Gadea
A las órdenes del rey Don Sancho, hizo el Cid sus primeras campañas en la guerra que, como antes hemos dicho, este rey sostuvo con su hermano Alfonso VI. A sus órdenes seguía cuando el rey Don Sancho fue muerto a las puertas de Zamora.
En seguida, como ya sabemos, fue proclamado rey de Castilla y León con el nombre de Alfonso VI, el hermano antes vencido. Necesariamente el nuevo rey no podía mirar con buenos ojos al antiguo alférez de su hermano, que había peleado contra él, y el Cid, por su parte, no podía tener tampoco gran simpatía por el antiguo enemigo de su rey.
Una vieja leyenda supone que cuando el rey nuevo, Alfonso VI, fue a coronarse en la iglesia de Santa Gadea, el Cid se le presentó delante y en forma destemplada le exigió que, antes de recibir la corona, jurase ante todos los que allí estaban que no había tenido parte alguna en la muerte de su hermano Don Sancho, en Zamora. Si esa jura de Santa Gadea fue como la cuenta el romance, se comprende que el rey Alfonso no se la perdonara en su vida al Cid, pues la fórmula de juramento exigida por este no pudo ser más tremenda:
Que te maten rey Alfonso,
manos torpes de villanos,
con cuchillos cachicuernos
no con lanza ni con dardo.
Por las aradas te maten
que no en villa ni poblado,
te saquen el corazón
por el izquierdo costado,
si no dijeses la verdad cuando seas preguntado:
Si fuiste tú o consentiste
en la muerte de tu hermano.
Nada de esto es verdad, probablemente; pero fue un modo que tuvieron los poetas de decir el recelo y desconfianza que había entre el Cid y el nuevo rey. Porque lo que sí es indudable es que, al poco tiempo, el Cid dejó su cargo de alférez y se retiró a vivir a su aldea de Vivar.