En esta oración se dirige a María como una celestial Princesa y Virgen Sagrada, reconociendo su papel especial como madre y protectora. Se le ofrece el alma, la vida y el corazón, como un gesto de entrega y dedicación total.
En la última parte de la oración, se hace una súplica a María para que mire con compasión y no abandone al que la está rezando. Es un llamado a su intercesión y protección maternal.
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A Ti, celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.