El 24 de septiembre de 1976, la momia de Ramsés II, uno de los faraones más grandes del antiguo Egipto, aterrizó en París para ser sometida a un tratamiento de conservación. Este evento histórico marcó la primera vez que un faraón viajaba en avión y fue recibido en suelo francés con honores reservados para jefes de Estado. Las autoridades francesas, conscientes de la importancia del ilustre visitante, organizaron una ceremonia con guardias uniformados y una alfombra roja, mostrando un respeto y admiración profundos por el antiguo monarca.
Para cumplir con las formalidades de entrada en el país, las autoridades expidieron un pasaporte especial para Ramsés II, un documento insólito que indicaba su ocupación como «Rey (difunto)» y en lugar de una fotografía, llevaba una imagen de su momia. Este detalle subraya la singularidad del evento y la consideración de Ramsés II como una figura de eminencia incluso en la modernidad.
La momia fue trasladada al Museo del Hombre en París, donde científicos franceses realizaron estudios detallados y aplicaron tratamientos para detener el deterioro causado por hongos. La colaboración internacional en esta misión de preservación reflejó el compromiso compartido de conservar el patrimonio histórico de la humanidad. Tras completar el tratamiento, la momia de Ramsés II fue devuelta a Egipto y reubicada en el Museo Egipcio de El Cairo, antes de ser trasladada al Museo Nacional de la Civilización Egipcia en Fustat, donde sigue siendo una de las principales atracciones.