El creerse la excepción, lleva a situaciones en las que se espera ciertos privilegios. Así una persona acostumbrada a que le sirvan espera que le abras la puerta del ascensor; una persona un poco mayor, puede llegar a esperar que le cedan el asiento en el metro o en el bus; se ofende si no le ceden la pared al andar por la vía pública; son tonterías imperceptibles que nos a pensar que los que sufren con estas alucinaciones son tontos de remate, susceptibles enfermizos.
Un chiste tonto, pero que puede servir de ejemplo:
En una iglesia hay un cepillo (hucha con pedestal) con dos carteles.
Uno dice «para los enfermos».
El otro, debajo, aclara «se agradecera que los enfermos usen el cuarto de baño».