Había una vez un hombre llamado Tobit, que vivía en la ciudad de Nínive. Tobit era un hombre justo y temeroso de Dios, pero también había sufrido muchas desgracias. Un día, Tobit se quedó ciego y se sintió desesperado por su situación.
En ese momento, en la ciudad de Ecbátana, vivía una joven llamada Sara. Ella también había sufrido mucho, ya que se había casado siete veces, pero antes de que pudiera consumar su matrimonio, sus esposos murieron. La gente decía que Sara estaba maldita.
Tobit, recordando la enseñanza de la Ley de Moisés, decidió enviar a su hijo Tobías a Ecbátana para recuperar una deuda que tenía allí. Tobías se preparó para el viaje, pero Tobit estaba preocupado y le pidió a Dios que enviara a un compañero de viaje confiable.
Dios escuchó las oraciones de Tobit y envió al ángel Rafael, aunque Tobías no sabía que era un ángel. Rafael se presentó ante Tobías y se ofreció como su guía en el viaje. Juntos, partieron hacia Ecbátana.
En el camino, Rafael le dio a Tobías consejos sabios y le enseñó cómo utilizar las entrañas de un pez para curar a Tobit de su ceguera. Además, le indicó a Tobías cómo podía casarse con Sara, la joven de Ecbátana, sin correr peligro.
Cuando Tobías llegó a Ecbátana, se encontró con Sara y se enamoró de ella. Siguiendo las instrucciones de Rafael, Tobías se casó con Sara y pasaron la noche de bodas sin problemas. Rafael también le ayudó a recuperar la deuda de su padre.
Al regresar a casa, Tobit, quien había recuperado la vista gracias a las instrucciones de Rafael, se alegró de ver a su hijo sano y salvo, y conocer a su nuera Sara. Tobit y Tobías agradecieron a Dios por su bondad y por enviar al ángel Rafael para guiarlos y protegerlos en su viaje.