¿Qué hay que hacer para que beba un caballo que no tiene sed? Salvando las distancias, ¿qué hacer para devolver la sed y el gusto de Dios a los hombres que lo han perdido? ¿Y a los que se contentan sólo con licores, la tele o el coche?
¿A bastonazos? El caballo es más testarudo que nuestro bastón. Además ese antiguo método ha sido declarado demasiado directo para los educadores modernos.
¿Hacerle tragar sal? Aún peor por lo que tiene de tortura psíquica.
¿Cómo hacer beber, pues, a ese caballo respetando su libertad?
Sólo hay una contestación: encontrar otro caballo que tenga sed… y que beba mucho delante de su congénere, con alegría y voluptuosidad. Y esto, no, para darle buen ejemplo, sino ante todo para que tenga sed, para que de verdad tenga sed, simplemente sed.
Un día, quizás su hermano, lleno de envidia, se pregunte si no haría mejor metiendo también él su hocico en el cubo de agua fresca.
Hacen falta hombres con sed de Dios, que son más eficaces que todas las cosas dichas sobre Él.
El caballo que no tenía sed
Autor/a: Jacques Loew
«Fábulas y parábolas».