VIRUTAS DE MADERA PRECIOSA:
Si juzgas a la gente, no tienes tiempo para amarla.
Una señora comentaba, con sus amigas, que tenía un viaje por hacer a Europa con su familia. Su familia estaba formada por tres hijos pequeños, su marido y ella. Ella estaba muy preocupada porque no había conseguido los cinco lugares juntos para el vuelo transcontinental. Ella había escuchado que le rezara una novena tras otra a San Josemaría para que consiguieran aquello que les preocupaba y así lo hizo.
Los 5 se pusieron a rezar mientras hacían la fila para registrar su equipaje y poder documentar su vuelo.
Al llegar al mostrador la señorita que atendía saludó al marido de esta señora con mucha efusividad porque habían sido compañeros y buenos amigos durante su tiempo de estudiantes y se dio el consabido “¿a dónde vas? ¿Ya tienes todo arreglado?” con lo cual el señor aprovechó para comentarle su único problema.
Se dio la “coincidencia” de que esta persona pudo documentar sus boletos con una inmejorable ubicación.
Los cinco lugares juntos en la fila de enfrente, donde el espacio es más amplio. Al terminar el relato, una de las amigas preguntó:
Pero, humanamente hablando, ¿tú qué hiciste para que ésto se diera?” – “Nada, ésto fue de Dios, porque nosotros no podíamos prever que estuviera esta amiga en el mostrador y que además pudiera hacer algo para ayudarnos y mucho menos contar con que esos lugares estaban disponibles”.
Así son las “Diosidencias” ordinarias, tan naturales que te dejan perplejo
A veces creemos más en la fuerza de nuestra actuación y pensamos que si nosotros no ponemos nuestra inteligencia y nuestra capacidad las cosas no se realizarán sólo con la fuerza de la oración. . Martha Angélica