Mi primer asesinato
Todo el mundo debe,
antes o después, violentar su conciencia de niño.
antes o después, violentar su conciencia de niño.
Es ley de vida. Nadie
empieza por lo grande, pero pocos están dispuestos a admitirlo.
empieza por lo grande, pero pocos están dispuestos a admitirlo.
Contemplemos la metáfora de mi primer asesinato…
Tenía catorce años.
Era señor de mi vida, excepto en casa, donde mi tía soltera,
que me conocía desde mi primer vagido, conocía cada uno de mis pasos y, con
extraña sabiduría columbraba mis intenciones íntimas.
que me conocía desde mi primer vagido, conocía cada uno de mis pasos y, con
extraña sabiduría columbraba mis intenciones íntimas.
Yo, ávido de libertad, no pensaba en mi lógica necesidad de
límites, sino en romper barreras. Discutía con ella: negaba evidencias; mentía
abiertamente.
límites, sino en romper barreras. Discutía con ella: negaba evidencias; mentía
abiertamente.
Argumentaba sutilmente, la engañaba de mil maneras (o eso me
creía). Pero ella siempre ponía en evidencia mi falsedad.
creía). Pero ella siempre ponía en evidencia mi falsedad.
Como aquello era insostenible, un día estallé.
Ciego de ira,
decidido a acabar con aquella situación, abrí la caja de caudales de mis
padres, tomé un fajo de billetes y unas joyas y lo escondí debajo de su
colchón.
decidido a acabar con aquella situación, abrí la caja de caudales de mis
padres, tomé un fajo de billetes y unas joyas y lo escondí debajo de su
colchón.
Ya me las ingenié para decir las palabras adecuadas y
cuidadosamente preparadas: “la tía estaba esta mañana en vuestro cuarto”
cuidadosamente preparadas: “la tía estaba esta mañana en vuestro cuarto”
Pronto se descubrió el robo y el dinero y las joyas
aparecieron debajo del colchón de mi tía, donde yo los había dejado.
aparecieron debajo del colchón de mi tía, donde yo los había dejado.
Felizmente, entre sollozos –ella no negó- mi tía se fue,
expulsada, de mi casa.
expulsada, de mi casa.
Yo lo celebré robando unos bombones en el supermercado y
luego invitando a la familia.
luego invitando a la familia.
Continúa este microrrelato símil del mal uso de la conciencia…
Antes de salir para el colegio, mi padre me llamó y me dio una nota que mi tía había dejado a mi nombre, antes de irse. Lo abrí con miedo y curiosidad.
Decía así:
– “Estaré contigo todos los días de tu vida”
Entonces me di cuenta que cada vez que hacía algo mal mi tía me lo reprochaba por dentro, no importaba cómo gritara o cuanto me escondiera… era tan íntimo a mí… yo no lo entendía hasta que alguien me lo explicó con otras palabras: lama CONCIENCIA a tu tía. Todos tenemos conciencia. Tu la has violentado y por eso te chilla.
HABLEMOS DE TU PROPIA EXPERIENCIA, PUES TODOS TENEMOS UNA CONCIENCIA
¿Crees que el poder de la conciencia es tan fuerte?
¿Cómo se puede negociar con ella?
¿Hay alguna manera de darle paz?
Yo he encontrado una que me da una paz inmensa.