Una monja al volante de un pequeño coche se quedó sin gasolina, con lo que se vió obligada a caminar un par de kilómetros hasta una gasolinera. Una vez allí pidió un poco de gasolina para poder acercar el coche y repostar, encontrándose con el problema de que no disponían de ningún recipiente para llevar la gasolina. Un empleado ingenioso recordó que había un viejo orinal y se lo llenó a la religiosa de combustible.
Continúa la historia…