Comenzamos nuestro viaje llegando a la majestuosa ciudad, con sus puentes que se elevan sobre el río Danubio, conectando las dos partes de la ciudad: Buda y Pest.
Nos adentramos primero en Buda, donde la historia cobra vida en sus calles empedradas y sus imponentes edificios. Subimos al Castillo de Buda, una fortaleza que parece sacada de un cuento de hadas, desde donde se contempla una vista panorámica de la ciudad. Allí, entre murallas centenarias, descubrimos la grandeza del pasado húngaro.
Descendemos por las estrechas calles hasta llegar a los Baños Széchenyi, uno de los balnearios más grandes de Europa. Nos sumergimos en sus aguas termales, donde el vapor se mezcla con la música y el bullicio de la gente, creando una experiencia única de relajación y rejuvenecimiento.
Al caer la tarde, cruzamos el Puente de las Cadenas, iluminado por miles de luces, para llegar a Pest, el corazón vibrante de la ciudad. Aquí, nos perdemos en la bulliciosa Gran Avenida, llena de tiendas, cafés y restaurantes. Probamos los deliciosos platos húngaros, como el goulash o el lángos, mientras disfrutamos del ambiente animado y cosmopolita.
No podemos dejar de visitar la Sinagoga de Budapest, una de las más grandes de Europa y un monumento a la diversidad cultural de la ciudad. Admiramos su impresionante arquitectura y aprendemos sobre la historia judía en Hungría.
Continuamos nuestro recorrido hasta llegar al Parlamento, un símbolo de la ciudad que se alza majestuoso a orillas del Danubio. Nos maravillamos ante su imponente fachada neogótica, adornada con innumerables detalles y esculturas.
Terminamos nuestro viaje contemplando la puesta de sol desde las orillas del río, donde las luces de la ciudad se reflejan en las tranquilas aguas del Danubio, creando un espectáculo de colores y contrastes que nos deja sin aliento.
Así concluye nuestro viaje a Budapest, una ciudad que cautiva con su historia, su cultura y su belleza atemporal.