Hermes quiso comprobar si el arte adivinatorio de Tiresias era verdadero; para lo cual le robó sus bueyes en el campo y luego, bajo la figura de un mortal, se fue a la ciudad y entró en la casa de Tiresias. Cuando supo la pérdida de su yunta, Tiresias se trasladó a las afueras con Hermes para observar un augurio en el vuelo de las aves, rogando a Hermes le dijera el pájaro que apareciese. Hermes vio un águila que pasaba volando de izquierda a derecha y se lo dijo. Respondió Tiresias que ese pájaro no les importaba. A la segunda vez, vio el dios una corneja encaramada en un árbol que ora alzaba los ojos al cielo, ora se inclinaba hacia la Tierra, y así se lo dijo. Entonces el adivino contestó: -¡Esa corneja jura por el cielo y por la tierra que depende de ti que vuelva a encontrar mis bueyes!
El ladrón gusta volver a visitar el lugar de su robo.
Fábulas