El animal, negro, grande y desarrollado de pitones, en unión de una vaca, subió por el puente de Segovia y entró en el paseo de la Virgen del Puerto, provocando la alarma entre los transeúntes que a las ocho de la mañana circulaban por la vía. No obstante los esfuerzos del vaquero que trataba de detener a las reses, éstas llegaron a la cuesta de San Vicente (…) y entraron en la plaza de España, donde empezaron a surgir los lidiadores espontáneos, en tanto que otros viandantes emprendían la fuga. La alarma cundía por momentos e iba adquiriendo intensidad, hasta el punto de que al paso del toro y de la vaca se cerraban los comercios y los portales, se levantaban apresuradamente los puestos ambulantes y aceleraban el paso los vehículos (…)
Una mujer herida gravemente.
De la plaza de España pasó el toro, seguido de su fiel compañera, a la del Conde de Toreno, y de ésta a la calle de Leganitos, donde ocurrió la primera desgracia.
Cuando el toro corría por la calle, una mujer de sesenta y seis años, llamada Juana López López pretendió huir pero no pudo hacerlo a la velocidad necesaria y como no encontró lugar donde guarecerse fue alcanzada por la res, que la volteó varias veces y le produjo diversas contusiones y conmoción visceral. Al fin el animal abandonó a su víctima (…)
Siguen los revolcones y cogidas.
Entre los que pretendieron arrancar a la mujer de las astas de la fiera, se hallaba Anastasio Martín, ordenanza de la Comisaría del Hospicio, que recibió un puntazo en la región glútea (…) Otra de las víctimas del astado es Andrés Domínguez, de sesenta y siete años, que recibió asistencia en la Casa de Socorro de Palacio, donde calificaron su estado de pronóstico reservado.
Pánico en el mercado de San Ildefonso.
Desde la calle de Leganitos se trasladaron el toro y la vaca a la Corredera Alta de San Pablo, donde hicieron su entrada cuando más concurrido era el mercado. La alarma fue en este sitio mayor aún que en los anteriores; las numerosas compradoras corrían en todas direcciones y ante las reses se abrían enormes claros, donde abundaban las cestas, bolsos de mano y redes repletas de vituallas, que se ofrecían a la voracidad de los dos animales… después de acometer a algunos puestos y tronchar los soportes de los toldos probaron algunos plátanos y gustaron de las excelencias del repollo y de otras hortalizas (…) Una vez saciado su apetito, el toro se dedicó a recorrer la calle de la Corredera desde la que pasó a la Gran Vía.
Eran los once de la mañana cuando el toro hizo su aparición en la avenida del Conde Peñalver. La imponente presencia del animal y el desarrollo de sus «velas», sembraron el pánico. Por todas las calles adyacentes desaparecían los que a toda costa trataban de lancear al animal, pero que al sentir la proximidad encomendaban su salvación a las piernas (…)
El diestro «Fortuna» se las entiende con el Bicho.
Al ocurrir estos sucesos pasaba por la Gran Vía el popular matador de toros Diego Mazquiarán, Fortuna, que se dirigía acompañando a su esposa, a la casa de los padres de ésta.
Al advertir lo que ocurría… hizo retirar a su esposa, y quitándose el abrigo se dirigió al animal y le dió algunos lances, a fin de evitar que continuara causando desgracias. Del Casino Militar enviaron a Fortuna un sable para que matara al toro; pero como el arma no era útil al diestro, éste envió a un muchacho en un automóvil a la calle donde tiene su domicilio, para que le dieran un estoque.
Quince minutos, tardó el muchacho en hacer el encargo, durante los cuales el diestro continuó lanceando al animal entre las ovaciones de la muchedumbre… Las aceras y los balcones estaban completamente llenos de público… Al llegar el muchacho con el estoque fue recibido con estruendosa ovación…
Fortuna procedió con arreglo a las clásicas normas y, después de realizar una faena «de abrigo», entró a matar cruzando los brazos, y, sin desviarse, dejó media estocada bastante aceptable. La ovación fue ensordecedora; pero la precedió un ay! de pánico porque la res se arrancó hacia la acera donde el público se apelotonaba. El diestro dio otros dos o tres pases más, sacó el estoque y se dispuso a descabellar. Al efectuarlo hirió levemente en una mano al agente de Policía D. David que se había acercado a la res.
Por fin ésta rodó por los adoquines al segundo intento, y fue entonces cuando la ovación alcanzó su grado máximo. Las modistas agitaban los pañuelos pidiendo la oreja, y a este movimiento se unieron cuantos habían presenciado el hecho.
Fortuna, en pie al lado de la res muerta saludaba conmovido ante la imponente ovación.Entonces varios hombres del público levantaron en hombros al diestro y le trasladaron hasta un café de la calle Alcalá. El toro fue cargado en un carro y cubierto por una tela embreada para ser trasladado al Matadero.