Nació en Siena el 10 de mayo de 1272. En el bautismo recibió el nombre de Giovanni. Fue educado en el colegio de Santo Domingo de Camporeggio, en Siena, por los frailes predicadores (dominicos). Estudió derecho en su ciudad de origen, donde también formó parte de la Cofradía de los Disciplinados de Santa María de la Noche, que asistían a los enfermos en el hospital del lugar. Una ceguera progresiva, casi total, le obligó a renunciar a una carrera pública.
En una época de luchas entre facciones ciudadanas, para realizar su ideal cristiano y ascético, en el año 1313, casi a los cuarenta años, se retiró, junto con otros dos nobles de Siena, a la soledad, en Accona, a cerca de 30 km de la ciudad. Allí, llevó una vida eremítica en grutas. Tomó el nombre de Bernardo, por veneración al santo abad cisterciense. La vida penitente de estos laicos eremitas se caracterizaba por la oración, la lectio divina, el trabajo manual y el silencio. Poco a poco se les fueron uniendo otros compañeros de Siena, Florencia y las regiones vecinas.
Para consolidar la posición jurídica del nuevo grupo, Bernardo acudió al obispo de Arezzo, en cuya jurisdicción se encontraba Accona, y el 26 de marzo de 1319 obtuvo un decreto de erección para el futuro monasterio de Santa María de Monte Oliveto, que debía ponerse «sub regula sancti Benedicti», con algunos privilegios y exenciones. El obispo, a través de un legado, recibió su profesión monástica. Al elegir la Regla de san Benito, Bernardo tuvo que mitigar el rigor eremítico primitivo adoptando el cenobitismo benedictino. Por el deseo de honrar a la Virgen, los fundadores vistieron un hábito blanco.
Así, el 1 de abril de 1319 nació el monasterio de santa María de Monte Oliveto Maggiore, con la bendición y colocación de la primera piedra de la iglesia. Desde entonces, el desierto de Accona cambió su nombre por el de «Monte Oliveto» en recuerdo del Monte de los Olivos, a donde el Señor Jesús solía retirarse con sus discípulos y donde oró antes de su pasión.
El 1 de septiembre de 1319, en el momento de la elección de abad —cargo que por decisión del capítulo general debía durar un año solamente—, Bernardo no quiso aceptar, aduciendo su creciente ceguera, y fue elegido Patrizio Patrizi. Sin embargo, después de un segundo abad, Simone di Tura, Bernardo no logró oponerse al deseo de sus monjes y el 1 de septiembre de 1322 fue elegido abad del monasterio que él mismo había fundado, cargo que ocupó hasta su muerte, pues era tal su prestigio y santidad que los monjes lo volvieron a elegir durante veintiséis años consecutivos.
Con el paso del tiempo el cenobio de Santa María de Monte Oliveto se fue convirtiendo en el centro de una congregación monástica. El número cada vez mayor de personas que acudían desde varias ciudades al nuevo monasterio permitió a Bernardo acoger las peticiones de obispos que querían que sus monjes se establecieran también en sus ciudades y aldeas. Por eso, pudo fundar otros diez monasterios, íntimamente unidos a la abadía principal, todos con el mismo nombre; la congregación era dirigida por un solo abad, mientras que los monasterios estaban sólo bajo la autoridad de un prior. El 21 de enero de 1344, desde Aviñón, el Papa Clemente vi aprobó la congregación, ya formada entonces por esos diez monasterios.
Bernardo dejó a sus monjes un ejemplo de vida santa, de práctica de las virtudes en grado heroico y de una vida entregada al servicio de los demás y a la contemplación. Durante la gran peste del año 1348, el santo abad abandonó la soledad de Monte Oliveto para acudir al monasterio de San Benito en Porta Tufi, en Siena. Allí, a los 76 años, asistiendo a sus conciudadanos y a sus monjes afectados por la infección fuertemente contagiosa, murió víctima él mismo de la peste, junto con 82 monjes, en una fecha que la tradición fijó el 20 de agosto de 1348.