«Di de él cuanto quieras, pero yo sé mejor que tú y que nadie las faltas de mi niño.
Yo no lo quiero porque es bueno, sino porque es mi hijo. ¿Y cómo vas a saber tú el tesoro que él es, tú que tratas de pesar sus méritos con sus faltas?. Cuando yo tengo que castigarlo, es más mío que nunca. Cuando lo hago llorar, mi corazón llora con él. Sólo yo tengo el derecho de acusarlo y penarlo, porque solamente el que ama puede castigar».
La Anécdota continúa con una corta reflexión…
El amor materno es el reflejo más claro del amor divino. Ante una madre no cuentan los éxitos o los méritos de los hijos. Lo que cuentan son sus necesidades. Y la madre se vuelca más con el hijo que más la necesita.
Cuanta más indigencia y necesidad encuentre en mí la Virgen, más razones tengo para confiar y apoyarme en Ella.
Agustín Filgueiras Pita