Viktor Frankl era ya un psiquiatra de prestigio en el momento en que Austria fue anexionada a la Alemania nazi. Eso le permitía disponer de un visado para viajar a Estados Unidos. Sin embargo, sus padres no podrían acompañarle. Durante algunos días deambuló angustiado por las calles de Viena sin saber qué decisión tomar.
En uno de sus paseos se detuvo ante la catedral de San Esteban y, a pesar de ser judío, entró en ella y permaneció en su interior mientras la música del órgano le llenaba de paz. Sin embargo, al salir, las dudas volvieron a atormentarle.
Regresó a casa y allí encontró a su padre desolado. Sobre la mesa del salón había una losa con una inscripción en hebreo.
-¿Qué ocurre?- preguntó.
-Han quemado la sinagoga y esto es todo lo que he podido salvar.
-¿Qué significan estas letras?- Pues Viktor no entendía el hebreo.
-Son unas palabras de la Torá: Honrarás a tu padre y a tu madre.
En aquel instante Viktor Frankl comprendió que su obligación era permanecer en Viena, junto a su familia. Meses después todos fueron enviados a Auschwitz y sólo él sobrevivió.
Faltan palabras para describir el horror de la vida en el campo, pero Frankl fue capaz de escribir años después un libro maravilloso que todos deberíamos leer: El hombre en busca de sentido